En el año 2020, la llegada de la pandemia generó un impacto crítico en la sociedad a nivel global. Una de las estrategias para hacerle frente fue el llamado confinamiento, ordenado por jefes de Estado y profesionales de la salud.
Todas y todos nos vimos obligados a permanecer en casa; esta pandemia puso a la economía en jaque, los despidos y las reducciones de salarios fueron cada vez más comunes. Las afectaciones y secuelas del COVID-19 no sólo afectaron nuestra salud física, sino que también mermaron nuestras mentes y emociones. Cambiaron nuestras dinámicas laborales, escolares y familiares. Fue precisamente en el confinamiento, cuando se notaron las diferencias y las desigualdades entre hombres y mujeres.
¿Dónde estaban las jóvenes y niñas antes de la pandemia en México? |
6 de cada 10 personas sin educación son mujeres, considerando a la población mayor a 15 años.(2018, ENIGH) |
44.1% de las mujeres están afiliadas a alguna institución de salud. (2018, ENIGH) |
4.6 millones de mujeres jóvenes están desempleadas. Esto representa el 18% de las jóvenes frente al 8% de varones jóvenes desempleados.(Observatorio de Trabajo Digno) |
Las mujeres realizan tres veces más trabajo doméstico y asistencial no remunerado en relación con los hombres.(ONU) |
4.5 millones al año, fueron víctimas de abuso sexual infantil.(OCDE) |
El 90% de las violaciones contra niñas sucede en el entorno familiar.(OCDE) |
Entre lo público y lo privado.
La pandemia vino acompañada de las ya existentes olas de violencia contra las mujeres. Como dice la rapera Masta Quba: …” No hay cuarentena para esa otra pandemia”. Lo crítico de la situación global, intensificó los impactos de la desigualdad sobre la vida de las mujeres y niñas.
Con el confinamiento cambiaron las dinámicas sociales y familiares. En el espacio público, la disminución de población en las calles, volvió más inseguros los trayectos y espacios de trabajo para las mujeres. El incremento del uso de redes sociales, expuso sobre todo a niñas y adolescentes, aun más a la hipersexualización, a trastornos alimenticios derivados del despliegue de cánones de belleza inalcanzables, al bullying y al grooming (forma de abuso sexual hacia menores a través de las tecnologías de la información y comunicaciones). También hubo una disminución de atención médica hacia las mujeres por la saturación de los servicios médicos.
En el ámbito privado, los trabajos domésticos y de cuidado, aumentaron junto con la cantidad de familiares enfermos, las nuevas medidas de limpieza, el cierre de las escuelas y las infancias en casa. Estas labores fueron absorbidas principalmente por las mujeres, esto incluye en muchos casos a las jóvenes y niñas, que tenían que ocuparse de los cuidados y dejar de lado sus clases en línea. Además, es importante destacar, que la mayoría de agresiones físicas, psicológicas, económicas y sexuales, se dan en el entorno familiar. Con la estrategia “QuédateEnCasa”, estábamos relativamente seguros ante la posibilidad de contagiarse el virus, pero por otro lado se expuso a mujeres y niñas a la convivencia 24/7 con sus agresores.
La nueva normalidad.
Se llamó “Nueva normalidad” al proceso de reincorporarnos como sociedad a las actividades laborales, educativas y sociales prepandemia, pero ahora con protocolos de salud. Esta situación, trajo aparejado la normalización previa y constante de la violencia hacia las mujeres y niñas.
Después de la pandemia, muchas mujeres y niñas perdieron al principal proveedor económico de la familia; otras se quedaron sin empleo y varias más tuvieron que desertar de la escuela. Sumado a lo anterior, en algunos casos también enfrentan procesos de denuncia y búsqueda de justicia por violencia doméstica.
Durante este mes, se generan eventos y espacios destinados para las mujeres. El 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, es el más relevante por la carga histórica que el mismo conlleva. Estos momentos nos invitan a reflexionar lo fundamental; que las mujeres tengan acceso a la educación, a trabajos dignos y a una distribución equitativa del trabajo doméstico y de cuidado, para que mujeres y niñas ejerzan su independencia económica, la cual les permitirá ser autónomas y desarrollar herramientas para construir una vida libre de violencia.
Marina Pedroza y Fernández