¿Sabías que en México existen casi 21 millones de personas con alguna limitación en su vida diaria? Las personas con discapacidad salen a las calles por segundo año en México a exigir menos barreras y más inclusión.
Lisiado, inválido, enfermito, chuequito o minusválido, son solo algunas de las palabras utilizadas en algunos contextos para hacer referencia a sus vidas ¿La razón? Reafirmar una supuesta superioridad sobre aquellos que no viven con discapacidad y por ello, consciente o inconsciente se sigue ejerciendo un ideal sobre aquello considerado funcional, la norma a la cual todos debemos aspirar en la vida y todo aquel fuera de ella es catalogado como algo “inferior”.
Lo impactante es que es algo tan normalizado dentro de nuestra sociedad, que ya lo vemos incluso con mofa, un claro ejemplo es el de “Maldita lisiada”, una expresión que a la fecha sigue siendo utilizada para hacer entretenimiento en distintas redes sociales. Aunque no lo crean, lo dicho con anterioridad daña, lastima y vulnera de inimaginables formas a muchas personas.
Guz Guevara, quien vive con osteogénesis imperfecta, es un defensor y promotor de la inclusión y la no discriminación de las personas con discapacidad y las poblaciones LGBT*, y en su discurso promueve una revolución anticapacitista, aquella que va en contra del sistema actual de creencias, acciones y prácticas culturales que colocan en el centro de la discusión a las personas con discapacidad desde una óptica de minusvalía y en la cual se generan historias de vida carentes de oportunidades y derechos.
En este año se han presentado muchas ventanas de oportunidad para poder cambiar la realidad en la que vivimos y movernos de un modelo médico asistencialista a un modelo social de la discapacidad. Entre otras cosas, se ha presentado la iniciativa para que México cuente con el primer Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares, la publicación de las reformas a la Ley General de Salud en materia de bienestar mental, y la obligatoriedad del cumplimiento de procesos de consulta y participación adecuados a los estándares fijados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación para la validez formal de leyes y políticas públicas que sean determinantes en el ejecución de los derechos de las personas con discapacidad.
Finalmente, lo que se necesita es constancia y congruencia en nuestras acciones, así como también, hace falta desarrollar una educación socioemocional en todas las personas de manera que seamos aún más responsables de nuestros discursos, pensamientos y emociones hacía con los demás y con uno mismo, de forma que nuestras relaciones premien el respeto y la dignidad humana.